Para empezar, cuando alguien quiere perder peso, tiene que estar convencido y dispuesto a cambiar hábitos en su vida, si no, será imposible adelgazar y es ahí, cuando llegan las frustraciones y los sentimientos de culpabilidad por no conseguir lo que nos hemos propuesto.
Hay que marcarse unos objetivos reales y adaptados a tu estilo de vida, por eso, es muy importante realizar un plan nutricional personalizado para conseguir una mayor adherencia y así no fracasar en el proceso.
Hay que conseguir implantar los nuevos hábitos a tu vida diaria, con el menor esfuerzo posible y para esto, será muy importante el grado de motivación de la persona con la que vayamos a trabajar, no todo el mundo está dispuesto a realizar cambios en su vida, aunque así lo crea.
La actividad física es imprescindible para mantener una buena salud general y obligatorio si se quiere bajar de peso.
Hacer deporte junto con rebajar la ingesta calórica diaria, hace que tengamos un déficit calórico y en consecuencia haya una pérdida de peso. La evidencia científica muestra, que la única forma de mantener la pérdida de peso, es realizar actividad física de manera regular.
La actividad física también ayuda a:
• Reducir la presión arterial alta.
• Reducir el riesgo de diabetes tipo 2.
• Reducir el riesgo de osteoporosis y las caídas.
• Reducir los síntomas de depresión y ansiedad.
Todos los nutrientes son necesarios, incluidas las grasas, siempre que se tomen en la proporción y cantidad recomendadas. Se puede reducir la ingesta de determinados nutrientes, pero en ningún caso eliminarlos.
Existe la trampa de los edulcorantes que se utilizan para sustituir el azúcar, por ejemplo, en las bebidas etiquetas como light. Estudios recientes han demostrado que estos edulcorantes generan ansiedad y hacen comer más.
Las hormonas en nuestro cuerpo que gestionan las necesidades de alimento son, la grelina y la leptina.
la primera es la que controla el apetito y gestiona la sensación de hambre y las ganas de comer; mientras que la segunda determina la saciedad y nos indica que debemos dejar de comer.
Así, cuando no dormimos lo suficiente, nuestro organismo tiene más grelina que leptina por lo que recibimos la señal de que necesitamos más energía y la sensación de hambre es más fuerte, lo que puede llegar a interferir con la dieta propiciando comer entre horas y alimentos con alto contenido calórico.
El alcohol causa aumento de peso ya que tiene un alto contenido calórico.
Algunas bebidas alcohólicas mezcladas con refrescos azucarados pueden contener la misma cantidad de calorías que una comida, pero sin los nutrientes necesarios, por lo que son calorías vacías.
También es posible que se tomen malas decisiones alimentarias cuando se bebe y lo acompañe de comidas altas en grasas saturadas y altas en calorías.
Por lo que es recomendable no beber alcohol de manera habitual y menos cuando se quiere perder peso.
Cuando comemos rápidamente, de una forma nerviosa, sin tranquilidad, incluso de pie o en la mesa de la oficina mientras trabajamos, nuestro cuerpo entiende esa situación de la misma manera que si estuviéramos ante una situación real de peligro en la calle y en consecuencia activa una respuesta de estrés liberando la hormona Cortisol, una hormona cuya función es ayudar a nuestro cuerpo para que corra o haga un gran esfuerzo físico en situaciones de emergencia.
Entonces nuestras digestiones se convierten en procesos mucho más lentos. Nuestro organismo «entiende» que estamos ante un peligro real y prioriza nuestra respuesta de defensa y el mecanismo de estrés ante cualquier otro proceso como es el caso de la función digestiva, que pasa a ser un proceso secundario.
Esto se traduce en que los movimientos del estómago se hacen más lentos y la secreción de jugos gástricos se ralentiza, por lo que nuestras digestiones serán más lentas y pesadas.
Por lo que es fundamental que cuerpo y mente estén en calma, en el momento en que nos disponemos a comer.
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